Estimados cofrades:
Un año más, comenzamos la Santa Cuaresma, tiempo de oración y penitencia en el que avanzamos en nuestra vida cristiana y en el amor de Dios al prójimo. Es fundamental entrar en la Cuaresma con la seguridad del amor de Dios sobre nosotros, dándonos cuenta de que Dios es bueno, Dios nos perdona y nos va conduciendo por el camino de esta vida hacia la Pascua definitiva en la eternidad.
La Cuaresma tiene tres sentidos importantes: el sentido Pascual, el Bautismal y el Eclesial.
En el sentido Pascual, vemos cómo aunque es tiempo de penitencia, de desierto, de ayuno... todo esto no acaba en la muerte de Cristo, sino en su Resurrección, es decir, en la Pascua, que es tiempo de alegría y gozo, pues el Señor ha vencido a la muerte y ha resucitado. Los Santos, en medio de penitencias y austeridades, no eran personas tristes, sino alegres, pues a través de ellas se unían más al Señor, y avanzaban en el ejercicio de las virtudes cristianas. La Cuaresma, nos conduce al encuentro con el Señor cuando le veamos cara a cara, como nos dice San Pablo, y seremos semejantes a Él, porque le veremos tal cual es.
En el sentido Bautismal, vemos cómo este período nos conduce al Sábado Santo en el que celebramos la alegría de la novedad de nuestro Bautismo. En la noche previa a la Resurrección del Señor, recordamos las promesas bautismales, rehaciéndolas de nuevo, reviviendo la dicha de ser cristianos, y de haber sido salvados por Cristo. Este compromiso bautismal, nos compromete a ser santos y a ser misioneros donde quiera que estemos.
En el sentido Eclesial, la Cuaresma es el gran retiro de la Iglesia la que entra durante cuarenta días dentro de sí para encontrarse consigo misma y recuperar la normalidad en su vida, subsanando los desajustes que se han producido durante el año. El Espíritu nos conduce durante la Cuaresma como le condujo a Jesús en el desierto, por lo tanto no tengamos miedo a las tentaciones, las luchas, y la aridez del desierto. El Espíritu es el que nos va renovando, y haciéndonos hombres nuevos.
Durante este tiempo de gracia, hemos de meditar más la Palabra de Dios, aumentar más en tiempo de nuestra oración personal con el Señor, y recibir con mayor fervor y preparación los Sacramentos, especialmente el de la penitencia que nos reconcilia con el Señor y con los hermanos, y la Eucaristía que fortalece nuestro Espíritu. Dejemos sentir la alegría del perdón dentro de nosotros, que sintamos al Dios bueno, al Dios Padre que siempre nos perdona y nos levanta de los tropiezos del camino.
Que la Santísima Virgen, Nuestra Madre, nos ayude a vivir plenamente este tiempo de gracia y nos ayude a renunciar a todos nuestros egoísmos, poniendo nuestra vida al servicio de Dios y de los hermanos.
D. Paulino González Galindo
Consiliario de la Cofradía